Victoria Romero

Mujer de temperamento varonil e independiente, esta riojana no vacilaba ante el peligro. En la batalla del Manantial, acudiendo en defensa de su esposo recibió un feroz sablazo en la cabeza que le causó una herida desde la frente hasta la boca. Tenía 40 años.
Batalla del Manantial-Tucumán/Argentina (1842)


Soy Victoria Romero,
la riojana.
La montonera que salvó a su hombre del acorralamiento de las lanzas
a punta de bravura y osadía.
Soy Victoria Romero.
Soy la Chacha.
Mi nombre es estandarte entre los gauchos que se juegan la vida,
a todo o nada,
contra los regimientos de ambiciones
secuaces del poder de las levitas que validan la hambruna amortajada
y combaten la ley de los fusiles desde una contundente resistencia
con apenas la furia en los rebenques
y un trozo de tijera para esquila aferrado al final de las tacuaras
en la eterna contienda,
en esta lucha
de hermanos contra hermanos contra hermanos
donde anda la traición
envileciendo,
en tratados,
acuerdos
o convenios
la honesta dignidad de la palabra.
Una sutura me atraviesa el rostro.
Es la huella terrible de aquel sable con que un soldado hendiera mi semblante
harto ya
de intentar estratagemas
que vencieran el fuego en mi mirada.
Soy Victoria Romero,
la guerrera.
Un pañuelo de luto en la cabeza cubre la cicatriz de mi leyenda.
Un pañuelo de luto,
distintivo de los días de ultraje que me aguardan,
cuando el representante del progreso termine con el último caudillo,
vencido y desarmado,
vulnerable,
amarrado y exhausto,
asesinado por el odio encendido de sus lanzas
y corte sus orejas
y seccione la patriarcal virtud de su cabeza
para hacer ostensible ese mensaje de altivo vencedor de la barbarie,
y ufanarse,
por fin,
de su venganza.
Y a mí,
por ser mujer,
menospreciada,
me exija tolerar como escarmiento,
un grillete de hierro en el tobillo
y una sentencia indigna
y una escoba para barrer las calles y las plazas
hasta hacerme entender que el rol de una hembra
no es andar exhibiéndose a caballo
ni inmiscuirse en política
ni alzarse en franca rebelión contra el gobierno
con el pretexto de parir la patria.
Soy Victoria Romero.
No me rindo.
Que se cuiden de mí los unitarios,
que se cuide de mí la oligarquía
que muerde el calcañar de la intemperie con colmillos de usuras y mordazas.
Sabré sobrevivir a los silencios,
a las mentiras,
a la desmemoria
y volveré a nacer en los fogones
cuando alguna injusticia se desnude en la sonoridad de las guitarras.

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