Rufina Alfaro

Aunque no se encuentran papeles que certifiquen su existencia, la memoria colectiva de los panameños coloca a Rufina Alfaro al frente de la revuelta que la población levantara contra el dominio español, el 10 de noviembre de 1821. De hermosa presencia y finos modales, traiciona a su amado, capitán en jefe del asentamiento hispánico, en aras de la libertad de su pueblo. Tenía 17 años.
Panamá (Villa de Los Santos)


Yo soy Rufina Alfaro.
Este fantasma que marcha a la vanguardia de los sueños.
Porque no existen nombres,
ni bautismo que atestigüe mis huellas en la arena
aquellos días en que el pueblo erraba reclamándole al cielo lo legado,
la heredad de su reino,
los follajes donde la libertad se multiplica en concilios de pájaros rebeldes,
los soles promoviendo amaneceres,
despeñando la luz
a manos llenas
sobre el deslumbramiento de los párpados.
Opté por abdicar a los susurros,
al refugio de amor donde sus labios aguardaban mi cuerpo sin censura,
el singular vaivén de mis caderas,
el contorno de invierno que apresaba el perfil de mi adiós en el ocaso.
Opté por renunciar a las miradas,
las caricias, los gestos, las promesas.
Es que la Patria demandaba un sitio donde nacerse,
donde cobijarse,
donde amarrar su nombre de campana,
su identidad de lumbre,
su milagro.
Y la Patria no deja alternativa si espera,
inerme,
al pie de un tamarindo,
con sus ojos de madre solidaria,
con sus ojos de insomnios,
de congojas,
sus ojos sin sosiego donde anida la tristeza desnuda de algún llanto.
Y aún siendo analfabeta,
campesina,
hembra entre la arrogancia de los hombres,
encabecé la audacia,
el heroísmo
y alcé mi puño al viento,
alcé mi puño hacia las deslealtades de la historia.
Rufina Alfaro soy.
Rufina Alfaro.

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