Manuela Sáenz

El 23 de Noviembre de 1856, Manuela Sáenz, revolucionaria participativa en la independencia americana, quién compartiera ideales, batallas y lecho con Simón Bolívar, muere de difteria en el puerto peruano de Paita. Tenía 59 años.
Ecuador-Perú (Paita)


Soy la bruja de Paita,
la hechicera que ha de morir ahogada entre las fiebres
después de tanta lucha,
tanta furia,
tanta sangre vertida en los abismos de esta tierra en harapos,
de esta tierra
descalza hasta la médula doliente.
Soy la fiera adversaria,
la enemiga que ha de entregar el alma a los silencios donde habita el fantasma del olvido,
la expatriada que ha de entregar su carne a las llamas tajantes de esa pira que eleva su estatura en la intemperie;
la ecuatoriana loca,
la rebelde
condenada al sigilo de la historia,
responsable de andar enarbolando banderas de idearios imposibles,
de mutilar intrigas y traiciones con un filo de lenguas contundentes.
Una vez fui la hembra cabalgando las noches encendidas de un guerrero que extravió su pasión entre mis muslos,
la mujer que mordía su cintura,
que arrancaba gemidos desgarrados a la agonía breve de su vientre.
Una vez fui la mano que calmaba los espasmos desnudos de la muerte con paciencia de láudano furtivo
mientras la falsedad se enmascaraba
y una literatura panfletaria apretaba los puños y los dientes.
Una vez fui soldado,
coronela,
trasladaba en arcones la tormenta,
la unidad de los pueblos,
los relámpagos,
por los senderos ásperos de América;
custodiaba la huella de los sueños,
la tinta adusta,
la palabra urgente.
Soy la sombra de Paita.
Soy la sombra
sin sepulcro ni cruces ni plegarias.
El fuego está aguardando por mi nombre.
Yo soy Manuela Sáenz.
Soy Manuela.
A lomo de violentos desvaríos vengo a entregar mi vida irreverente.

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